lunes, 19 de marzo de 2012

Las 7 Leyes de Paracelso

“La suerte no existe y el destino depende de los propios actos y
pensamientos”

“Cuando el alma está fuerte y limpia, todo sale bien. Jamás creerse solo, ni
débil. El único enemigo a quien se debe temer es a uno mismo. El miedo y la
desconfianza en el futuro son madresfunestas de todos los fracasos, atraen
las malas energías y con ellas el desastre” Paracelso.

Paracelso, el médico, alquimista, viajero y erudito suizo, dejó formuladas 7
reglas para una vida con sentido que se adelantan significativamente a su
tiempo. O mejor dicho, que confirman que los antiguos conocían perfectamente
la relación entre cuerpo y psique mucho antes que la moderna
psicoinmunología demostrase los efectos bioquímicos de las emociones en
nuestra salud.

En sus reglas, Paracelso habla de una salud holística, de la importancia de
los pensamientos positivos y de estar conectados con nuestro interior, del
valor del silencio y la discreción, como también afirmaba Sócrates en sus
tres tamices, de la confianza en la Vida y por supuesto, de ser buenas
personas.

Sabias palabras del siglo XV, perfectamente aplicables al mundo del siglo
XXI:

1. Lo primero es mejorar la salud. Para ello hay que respirar con la
mayor frecuencia posible, honda y rítmica, llenando bien los pulmones,
al aire libre o asomado a una ventana. Beber diariamente en pequeños
sorbos, dos litros de agua, comer muchas frutas, masticar los
alimentos del modo más perfecto posible, evitar el alcohol, el tabaco y
las medicinas, a menos que estuvieras por alguna causa grave sometido a un
tratamiento. Bañarte diariamente, es un habito que debes a tu propia
dignidad.

2. Desterrar absolutamente de tu ánimo, por más motivos que existan, toda
idea de pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y pobreza. Huir
como de la peste de toda ocasión de tratar a personas maldicientes,
viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas, vanidosas o
vulgares e inferiores por natural bajeza de entendimiento o por tópicos
sensualistas que forman la base de sus discursos u ocupaciones. La
observancia de esta regla es de importancia decisiva: se trata de
cambiar la espiritual contextura de tu alma. Es el único medio de cambiar
tu destino, pues este depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no
existe.

3. Haz todo el bien posible. Auxilia a todo desgraciado siempre que puedas,
pero jamás tengas debilidades por ninguna persona. Debes cuidar tus propias
energías y huir de todo sentimentalismo.

4. Hay que olvidar toda ofensa, mas aún: esfuérzate por pensar bien del
mayor enemigo. Tu alma es un templo que no debe ser jamás profanado por el
odio. Todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz
interior, pero no te hablara así de pronto, tienes que prepararte por un
tiempo; destruir las superpuestas capas de viejos hábitos, pensamientos y
errores que pesan sobre tu espíritu, que es divino y perfecto en si, pero
impotente por lo imperfecto del vehículo que le ofreces hoy para
manifestarse, la carne flaca.

5. Debes recogerte todos los días en donde nadie pueda turbarte, siquiera
por media hora, sentarte lo más cómodamente posible con los ojos medio
entornados y no pensar en nada. Esto fortifica enérgicamente el cerebro y
el Espíritu y te pondrá en contacto con las buenas influencias. En este
estado de recogimiento y silencio, suelen ocurrírsenos a veces luminosas
ideas, susceptibles de cambiar toda una existencia. Con el tiempo todos
los problemas que se presentan serán resueltos victoriosamente por una
voz interior que te guiara en tales instantes de silencio, a solas con tu
conciencia. Ese es el daimon de que habla Sócrates.

6. Debes guardar absoluto silencio de todos tus asuntos personales

. Abstenerse, como si hubieras hecho juramento solemne, de referir a los
demás, aun de tus más íntimos todo cuanto pienses, oigas, sepas, aprendas,
sospeches o descubras. Por un largo tiempo al menos debes ser como casa
tapiada o jardín sellado. Es regla de suma importancia.

7. Jamás temas a los hombres ni te inspire sobresalto el día de mañana. Ten
tu alma fuerte y limpia y todo te saldrá bien. Jamás te creas solo ni débil,
porque hay detrás de ti ejércitos poderosos, que no concibes ni en sueños.
Si elevas tu espíritu no habrá mal que pueda tocarte. El único enemigo a
quien debes temer es a ti mismo. El miedo y desconfianza en el futuro son
madres funestas de todos los fracasos, atraen las malas influencias y con
ellas el desastre.

Lección 116

Por la mañana y por la noche:
"La voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad."
"La voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad .Lo único que me puede hacer sufrir es la creencia de que hay otra voluntad aparte de la suya."
"Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz."
"Comparto lo que la voluntad de mi Padre dispone para mí, Su Hijo. Lo que Él me ha dado es lo único que quiero. Lo que Él me ha dado es lo único que existe".
A la hora en punto: "La voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad"
Media hora más tarde: "Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz."

Ángel MUMIAH

Lunes, 19 de mar de 2012
Descripción;
La energía que debemos utilizar el 19 de marzo se llama Mumiah y lleva el número 72.
Te encuentras en un periodo de liquidación en el que estarás obligado a lanzar algo por la borda si pretendes que nuevas energías penetren en tu vida.
Se trata de estar dispuesto a dar para poder recibir, ya que el universo tiene unas reglas bien claras que nunca se pueden transgredir.
Busca pues la manera de entregarte a los demás, de realizar servicios para tu comunidad, ya que a través de ellos se te abrirán puertas que antes permanecían cerradas.
Tienes muchas posibilidades, empieza a aprovecharlas.
 
 Plegaria:
 MUMIAH: Fin de todas las cosas. 
 Retorna, mi alma, a tu serenidad, ya que el Señor
 te ha otorgado sus bondades.
 MUMIAH: Sublime Señor del renacer
 y los cambios,
 haz que en mi naturaleza banalizada
 surja la divina quimera del oro;
 haz que mi hambre de luz y de pureza
 se condensen en mi estructura psíquica
 y me conviertan en la madre fecunda
 de una verdad más allá que mi propio ser.
 Haz que renazcan en mí todos los principios
 que han llevado al mundo a su plenitud, 
 y que tu servidor humilde pueda ser para los
 demás
 el portador de tu renacer,
 en sus átomos,
 en sus células,
 en su simiente;
 el portador de salud
 y de longevidad,
 el mensajero de tus misteriosas virtudes.